Nos pincharon la pelota

Se fueron los últimos equipos argentinos de la Nissan, una copa históricamente inferior en prestigio y reconocimiento que la Libertadores.
Ya sea por quienes la han obtenido o por la relativa atención que tradicionalmente le han dado los peso pesados de América.

No obstante, en estos días de default futbolero, la Copa Sudamericana es como una oferta de canje de bonos, todos la desprecian y critican pero es lo que hay.

Y desde esta malaria, la módica posibilidad de colgarse una medalla internacional, aunque sea de cotillón alcanza para zafar el semestre.

Bueno, ni eso ha quedado. Ni Boca, ni River, con acceso VIP por última vez en esta edición y despachados más temprano que tarde. Ni Lanús, animador de las primeras vueltas pero con destino inexorable de boxes cuando se trata de duelos con pasaporte. Ni Tigre, que se entregó a los antecedentes de San Lorenzo en el certamen habían dejado marca en esta edición.

Solo el ya campeón San Lorenzo y el pretencioso Vélez de Gareca avanzaron con expectativas hasta esta semana.

El lunes habríamos apostado por un pase tranquilo de SLA y una parada difícil de Vélez. Hubiésemos salido hechos. Error y acierto con los peores resultados para los de acá.

SLA cultivó otra perla en la secuencia de fracasos de un grupo de jugadores, encabezados antes por Russo y ahora por Simeone, que en un club sin privatizar, hubiese significado destino de pase libre a varios. En Boedo, son parte del capital del gerente mediático y se trata de sostenerlos. ¿Hasta cuándo? ¿Diciembre o la próxima Libertadores?

Perdió un partido que debía ganar. Y quedo fuera en una llave muy accesible en lo previo, contra un equipo desconocido, integrado por jugadores promedio y dirigidos por un nuevo generador de frases y ocurrencias más cercanas a la venta callejera que a explicar el juego. Algo así como un rabino hablando de política. Complicado, inentendible pero con disfraz de ocurrente.

Con poco el River uruguayo desnudó la pobreza de ideas y manejo que dispone este SLA de Simeone. Acostumbrado a salir adelante en el ámbito local a fuerza de gestos demagógicos cuando las cosas se complicaban, sostenido varias veces en la actitud distraída de los amigos de negro y disimuladas sus carencias por la complacencia sobadora de un periodismo solo ocupado en las ventas, los de Boedo creyeron que con eso sobraba para cargarse un equipo uruguayo sin historia ni nombres, solo ordenado y descomprometido por el resultado. Nada tenía que perder. Por eso no le importó tratar de jugar. Apenas un poco. Muchísimo para la capacidad de este SLA que confunde avanzar con atacar, correr con dinámica y juego con “cuchillo entre los dientes”

Ahora SLA tiene por delante una única opción para salvar el año, el torneo local y la potencial clasificación para la Libertadores 2010. Un bocado demasiado chico para tantos planteles hambrientos.

Vélez había salido para Quito con la cuota de resignación de no haber podido ganar en casa, la excusa preliminar de la altura ("Jugar en la altura (de La Paz) trae muchas complicaciones, pero es una excusa insuperable para explicar las derrotas" dijo alguna vez VHM), el gol de visitante y la falta de rotación.

No obstante, pudo hacer el gol que le garantizaba pase o penales si aguantaba el cero.

Después de un primer tiempo aceptable, donde jugó mejor que un discreto equipo ecuatoriano, del que si jugara en el llano no se conocería ni el nombre, se fundió al final y no aguantó siquiera el empate. Su también promocionado DT optó como estrategia de juego en la altura, cuando ya estaba en desventaja, sacar un 3 y meter un delantero, desmintiendo la utilidad diferencial de su función y desmitificando, a su juicio, el impacto de la altura en el rendimiento de un equipo. Al cabo hizo lo que hace cualquiera que está en el horno faltando 5 minutos. Llámese Gareca, Simeone, Carusso o Katoroz. A 2600 mts o jugando un cabeza en el Nautilus.

Vélez también verificó, una vez más, que cuando fracasan los que están de la línea hacia adentro, la verborragia, los videos y los cartelitos motivadores solo sirven para llenar los informes previos de los sobadores del caso.

Vélez y SLA esta semana, Boca, River y el resto antes, vienen a confirmar la mediocridad del juego de los equipos del futbol local, vaciado de jugadores con buen futuro, con escasos jugadores de presente aceptable y plagado de jugadores con pasado glorioso que desparraman calidad cuando sus físicos maltratados se los permiten. Físicos desgastados al máximo en una Europa que paga por ellos pero exige absoluta prestación, aún a costa de infiltraciones, roturas definitivas o desgastes prematuros.

Esas son nuestras actuales estrellas y en ellas se basa la esperanza de los equipos locales. Sin ninguna expectativa de integrar un buen equipo, los pibes que aparecen tramitan pasaporte antes que titularidad, los dirigentes los incluyen entre los activos del balance deficitario antes de que vayan al banco de suplentes y los DT, preocupados solo en durar, los incendian dándole la 10 con la esperanza de que hagan jugar a equipos que perdieron el juego hace tiempo o que nunca lo tuvieron.

¿Quién a esta altura del “futbol para todos” mantiene la inicial dedicación a mirar los 10 partidos de cada fecha? Aquello que fue euforia futbolística hace un par de meses, se ha transformado en burocracia televidente del equipo de cada uno, y alguna espiada ocasional al juego de los punteros.

Apenas se rescatan algunas jugadas y se miran los goles. Los equipos suben y bajan de la mano de rachas, ya no de partidos apenas de minutos, de alguno de sus jugadores.

El futbol argentino, se decía, tendrá un futuro negro y decadente si no se separa el juego del negocio y si los dirigentes no priorizan el primero en detrimento del segundo.

Si se mira la eliminatoria penosa que se jugó, las últimas actuaciones de juveniles, las participaciones de equipos en Libertadores y sudamericana, aun considerando un Estudiantes más efectista y productivo que vistoso y de buen juego, puede decirse que ya está negro, que “el futuro ya llegó”.

Y como siempre hablamos de juego, del mal juego de las selecciones y de los equipos, dejando de lado algún resultado auspicioso más fortuito que merecido.

Hace unos días me preguntaba

¿Cuánto hace que no se ve un equipo con juego confiable, superador, seguro de sus jugadores, que sepa lo que va a desarrollar en el campo cada uno?

¡Cuánto hace!

Caricatura realizada por Sebastián Domenech; ilustrador de la revista Caras y Caretas y del diario La Nación.