Aire fresco

Una vez mas recurrimos a lo que escribe otro para no trabajar nosotros.
Acá va una buena postal de lo que pensamos que es lo mas importante que deja, aparte de la satisfaccion de sus hinchas, el titúlo de AAAJ

Ese bicho raro que llena un vacío
Por Cristian Grosso (en Canchallena.com)

Como canta Joan Manuel Serrat, cargamos con la religión y las costumbres de nuestros viejos. Fue la mejor respuesta que alguna vez encontró Claudio Borghi para explicar por qué es hincha de Racing y por qué sigue siendo mormón... aunque ya no ejerza. El papá del Bichi, un sereno del INTA, falleció de madrugada. Lo encontró una de las hermanas de Claudio, que por entonces tenía 10 años, recostado sobre la mesa de la vieja casa de Castelar. Un ataque al corazón había dejado los mates a medio preparar. Eran ocho los hermanos y los cuatro varones debieron salir a trabajar. Bichi sólo le decía su papá, porque en el barrio era más conocido como el "Negro", el "Chueco" o el "Mono". Repartía soda, hacía jaulas para pájaros y ayudaba en una herrería. La abuela Hipólita se había hecho cargo de Claudio. Ella fue la primera en darse cuenta de que el pibe tenía algún don porque veía que los amigos siempre lo venían a buscar para jugar en una villa sobre Camino de Cintura. Ella comenzó a llevarlo al club Luz y Fuerza, de Morón. Y después, a Mariano Moreno, de Haedo. Ahí, en Moreno, una tarde se enfrentó en un amistoso con un equipo de Argentinos Juniors... Lo vieron, pasaron el dato y poco después el padre del Checho Batista lo fue a buscar para sumarlo a las inferiores de la entidad de la Paternal.

Con las changas apenas alcanzaba para colaborar con la polenta o, a lo sumo, el guiso con menudos. Jugaba en Argentinos y, a la vez, ahora trabajaba en una zapatería, donde de golpe había quedado como encargado. Se pasaba el día ahí, entonces dejó el fútbol cuando asomaba en la 4ta división de Argentinos. Hasta que apareció por la zapatería José Pekerman, coordinador de las inferiores del Bichito, acompañado por Matilde, su señora, para pedirle que volviera. Acordaron, al menos, un viático y se acabó la carrera de zapatero.

La de futbolista tuvo todas las tonalidades imaginables. Un gitano de las canchas que recorrió 15 clubes y se coronó campeón del mundo en México 86. Un talento del que él mismo muchas veces renegó. Un rebelde que siempre admiró a Luque, se codeó con Berlusconi en Milan, fue dirigido por Sacchi, admirado por Platini y estrenó su carrera como DT en la Universidad de las Américas, en Santiago, Chile, su tierra adoptiva. Claro que antes de la dirección intentó ser representante de futbolistas, pero cuando le preguntaban si Fulano era realmente bueno o si él lo pondría como titular en un equipo suyo... no podía mentir. Enseguida se dio cuenta de que resultaría un fracaso como vendedor.
Construyó un técnico que no ensaya jugadas de pelota parada, que descree de los polifuncionales, que sufre por el raquitismo conceptual que predomina en el ambiente, que fuma a toda hora, que evita cuanto puede los aviones, que rechaza los misterios y los encierros, que ganó todo con Colo Colo, que no ganó nada con Independiente y que acaba de llevar a Argentinos a la cima. No entiende de discursos políticos ni de concesiones. A los 45 años, un tipo que muchas veces va a contramano de lo que la gente espera. Pero que le hace muy bien al demacrado fútbol de hoy.