Cuanto más alto trepa el monito, así es la vida, el culo mas se le ve (Solari)

Uno de los Golden Boys del periodismo deportivo, con chapa de culturoso y serio, con fama y veleidades de analista profundo, de esos para los que hablar difícil es prueba de entender más, empezó a “tomar conciencia” de su rol en estos años y a golpearse el pecho por lo actuado desde su posición de privilegio como bien lo define él mismo, Juan Pablo Varsky, en esta nota en canchallena.com, que es la web deportiva de La Nación (La Nación(!!).
A pesar de haber escrito otra nota solo un par de días antes promocionando y defendiendo los números de TSC, la precipitación de acontecimientos y el diluvio de puteadas recibidas, siguiendo con la analogía meteorológica, lo han hecho disfrazar el discurso.
En una actitud digna de otro de su palo, “de una” se dio vuelta, cambiando de ser vocero oficial de las cifras del multimedio y fiscal del manejo espurio, a qué dudarlo, de la gestión Grondona, a una tolerante víctima del desahogo popular, ya que como dice “es tal la euforia que es imposible la reflexión".

Desde su autovictimización “Creo que los agravios personales y arteros hablan mucho más de quien los dice que de quien los recibe”, toma altura y nos ofrece su paciencia y tolerancia “…Otro día voy a escribir sobre la peligrosa intolerancia… Pero hoy no es el día. Hoy voy a ser torero y no toro”.
Entonces enfundado en su traje de luces, mortecinas y cachuzas, se autojustifica metiendo a todos menos dos excepciones que confirman su regla, en la misma bolsa de bosta que lo cobijó todo este tiempo: “Se generó tal dependencia laboral que si no trabajabas ahí, no existías. Se redujeron las oportunidades, se callaron otras voces…. Sólo dos decidieron no pasar por aquella puerta: Víctor Hugo y el Ruso Verea”, desconociendo a todos sus colegas que trabajan en radios comunitarias, programas partidarios y radios y televisoras del interior a quienes sigue negando la existencia. Aquellos colegas que eligieron “no existir” en vez de venderse por 5 minutos de fama. ¿o no los considerará sus colegas? En ese caso, ellos, seguramente agradecidos.

A modo de atenuante de responsabilidades asigna a la situación, a la coyuntura, una culpa que le es propia “Cuando uno está en ese lugar, todo le parece normal, casi natural. La restricción de los goles, los codificados, la radio por televisión. Es muy difícil registrar el afuera. Pertenecer tiene ese privilegio y esa distorsión”.
Una vez “autoexculpado” empieza a descalificar cualquier visión del asunto no coincidente con la propia, con la del multimedio “Y no les importa que la persona que haya tomado la decisión sea la misma que puso la piedra fundamental del monopolio. Hoy Grondona no es El Padrino. Es Robin Hood”.
Tendenciosamente asocia la condena generalizada a sus patrones con una reinvindicación de Grondona, situación absolutamente falsa a poco que uno lea y oiga lo que se ha dicho y escrito por estos días.
Masivamente se ha condenado a TyC / Clarín / TSC a la par con el repudio a Grondona.

“Es tal la euforia que es imposible la reflexión” dice, descalificando por irreflexiva cualquier otra opinión que no venga de él o sus colegas cómplices, los únicos capaces de una “reflexión”, ajenos a la “euforia” de las masas”.
Tan torpes somos los demás, los televidentes, los oyentes, los giles, que “…no importa que recordemos todos los pecados del presidente de la AFA, su perverso sistema de recaudación, acumulación, reparto y dependencia… Hoy intentar cuestionar a Grondona se parece mucho a oponerse a la declaración de la guerra de Malvinas el 2 de abril del 82 o criticar al default anunciado por Adolfo el efímero en diciembre de 2001”
Y maliciosamente compara aquel manejo tendencioso de la opinión pública asociado a hechos nefastos con esta genuina sensación de justicia que esta situación genera.

Bien podría, ya que parece gustarle buscar en la historia situaciones referenciales, asociar su discurso con las excusas de otros canallas que escudaron sus miserias y traiciones a los suyos en la obediencia a sus jefes y amos, con un discurso parecido al “… en ese lugar, todo le parece normal, casi natural…. Es muy difícil registrar el afuera. Pertenecer tiene… esa distorsión” invocado como excusa.

Victimizándose una vez más, disculpa a los demás por “... los piedrazos -justos o injustos, hoy no importa…"
¿Cómo “justos o injustos”? Facturaste durante años al amparo de la estafa del sistema, le sacaste ventaja a tus pares desde tu falta de escrúpulos para pactar con el demonio, fuiste cómplice del “no existir” de un montón de buenos periodistas que optaron por “no transar” y te permitís dudar de la justicia de un cascotazo. Al menos tené respeto con tus pares, en vez de seguir subido al púlpito de los que “ayudan a entender” , juntá los saldos de tu dignidad y pedí disculpas.

Al final cierra su panfleto “No es momento para contextualizar, para argumentar, para explicar, para ayudar a entender lo que está pasando”
En vez de aceptar que es la toma de conciencia masiva respecto al robo perpetrado al fútbol y sus usuarios durante 20 años, la causa de la condena popular mayoritaria a Clarín y sus satélites, este ídolo periodístico de los blogueros de 12 años, adjudica las puteadas a la incapacidad ajena para “contextualizar” y se guarda la misión de “ayudar a entender lo que está pasando”, como si todos fuésemos idiotas faltos de entendedera, necesitados del esclarecido que nos ilumine.

Quizás vamos perdiendo el partido.
Quizás por goleada.
Pero nadie podrá quitarnos la alegría del festejo de un gol.
Por más que se lo hayan hecho en contra.

Quizás tampoco iríamos perdiendo por tanto, si entre nosotros no existieran los traidores que van a menos y festejan los goles contrarios por un plato de garbanzos.

Kurkurrucho